A nuestros escuchantes

DEFINICIÓN DE ESCUCHANTE

La lengua radiofónica -más antigua que la televisiva- ha designado y designa a quien sintoniza una frecuencia como “oyente”, así como la otra lo llama “televidente”. Argucias del lenguaje por las cuales un sujeto activo, el emisor, se dirige a un cuatro de copas que, por su condición de tal, es el sujeto pasivo.

Oír, lo que se dice oír, es la capacidad auditiva que distingue a una persona que no padece sordera de otra que sí la padece. Quien oye no es sordo. El oído humano percibe sonidos que se emiten dentro de un determinado rango de frecuencias. Cuando uno camina por la calle oye todo lo que puede oír y al mismo tiempo: el sonido que hacen sus pasos, la frenada de un vehículo, la voz del diariero, las de otros transeúntes que pasan a su lado o por la vereda de enfrente si es que gritan, el ladrido de un perro, el piar de los gorriones. Todo. Oye todo eso y mucho más, hasta su voz interior que le dice “estoy llegando tarde al laburo”. Pero no presta atención a tal o cual sonido a no ser que se lo proponga. Esto es, que se ponga a escuchar, a prestarle atención.

Parar la oreja no es lo mismo que oír, así como mirar no es lo mismo que ver. Es un acto selectivo, deliberado, consciente. El oyente oye todo lo que puede oír; es un receptor sin filtro. El escuchante no: filtra, analiza, discrimina, selecciona, clasifica, valora. El escuchante es un sujeto activo que si no está de acuerdo, o se aburre, o le interesa otra cosa, actúa. O sea, cambia de frecuencia. No te escucha más. Se las toma. En cambio, si percibe que es tratado de igual a igual y que el micrófono no es un instrumento de poder sino de comunicación, entonces actúa de otra manera: te escucha pero, como en el truco, el “quiero” siempre lo tiene él. O ella, "que no es lo mismo pero es igual", aunque a muchos no les guste la idea.

En suma, el escuchante no es un gil a cuadros porque, en 20 A LA CABEZA al menos, tiene voz y voto.